
Eras mi doctrina, seguía los entresijos de tu cuerpo como si en ello fuera mi propia vida. Nada era casual, solo intenciones primigenias. Sabía todo, sin quererlo.
Piel nueva que a mis dedos era conocida, que mi lengua volvía a saborear como antaño.
Si bien no podría calcularlo, me consume la duda de cuanto durara esta vez.